Harold Dillard tenía 56 años cuando le diagnosticaron un cáncer agresivo en la zona abdominal en noviembre de 2009. En cuestión de semanas, este exmecánico de coches de Texas que usaba sombrero de vaquero y pantalones jeans casi a diario, se encontraba en cuidados paliativos.
En sus últimos días, Dillard recibió la visita de una empresa llamada Bio Care. Le preguntaron si le gustaría donar su cuerpo a la ciencia médica, que podría utilizarlo para que los médicos practicaran cirugías de reemplazo de rodilla. La empresa incineraría las partes de su cuerpo que no se utilizaran y devolvería sus cenizas a la familia gratuitamente.
«Se le iluminaron los ojos», recuerda su hija, Farrah Fasold. «Lo consideraba una forma de aliviar la carga de su familia. Donar su cuerpo fue el último gesto desinteresado que pudo hacer».
Dillard falleció en Nochebuena y, en cuestión de horas, un coche de Bio Care se detuvo frente al hospicio y se llevó su cuerpo.
Unos meses después, su hija recibió una llamada de la policía. Habían encontrado la cabeza de su padre.

En el almacén de la empresa, la policía afirma haber encontrado más de 100 restos humanos pertenecientes a 45 personas. «Todos los cuerpos parecían haber sido desmembrados con un instrumento cortante tosco, como una motosierra», escribió un detective en aquel momento.
Fasold afirma que imaginó que el cuerpo de su padre sería tratado con respeto, pero en cambio, según cree, fue «mutilado».
«Por la noche, cerraba los ojos y veía enormes tinas rojas llenas de restos humanos. Tenía insomnio. No podía dormir», dice.
La empresa declaró entonces, a través de un abogado, que negaban haber maltratado los cuerpos. La firma ya no existe y no fue posible contactar con sus antiguos propietarios para obtener comentarios.
Esta fue la primera vez que Fasold entró en contacto con el mundo de los llamados intermediarios de cuerpos: empresas privadas que adquieren cadáveres, los diseccionan y luego venden las extremidades con fines de lucro, a menudo a centros de investigación médica.
Para los críticos, esta industria representa una forma moderna de expolio de tumbas. Otros argumentan que la donación de cuerpos es esencial para la investigación médica y que las empresas privadas simplemente están llenando el vacío dejado por las universidades, que sistemáticamente no adquieren suficientes cadáveres para sus programas de educación e investigación.
Aunque Fasold no lo comprendió en aquel momento, el caso de su padre arroja luz sobre un debate cargado de emociones que llega al corazón de nuestras ideas sobre la vida y lo que significa tener una muerte digna.
Fuente: BBC NEWS MUNDO
